Ernest Hemingway se encontraba en un bar junto a otros escritores cuando uno de ellos planteó una apuesta por 10 dólares: ver quién era capaz de escribir allí mismo una historia con solo seis palabras. Hemingway cogió una servilleta y escribió: “For sale: baby shoes, never worn” (“Se vende: zapatos de bebé, sin uso”) y ganó la apuesta. Anil Doshi, profesor de estrategia en la Universidad Londres y Oliver Hauser, codirector del Instituto de Ciencia de Datos e Inteligencia Artificial en la Universidad de Exeter (Reino Unido), hicieron una prueba de escritura parecida en un estudio que demuestra que la inteligencia artificial (IA) ayuda a mejorar la creatividad individual, pero disminuye la novedad colectiva de las historias, generando relatos más parecidos entre sí. “Si el sector editorial (y el de la autopublicación) adoptara más historias inspiradas en la IA generativa, nuestros resultados sugieren que las historias producidas serían menos únicas en su conjunto y más similares entre sí”, explican Anil Doshi y Oliver Hauser, autores del estudio publicado hoy en la revista Science Advances.
Una herramienta de IA como ChatGPT puede afectar a la escritura creativa de distintas maneras. Las ideas que genera pueden utilizarse como trampolín a la hora de escribir, como puntos de partida que ayuden al escritor a superar el miedo a la página en blanco. Los escritores menos creativos que la utilizaron aumentaron su capacidad de creación en un 10% y sus historias fueron más amenas. “Reciben ideas de desarrollo que quizá no habrían sido capaces de idear por sí solos. Sin ese trampolín, podrían tener un punto de partida relativamente decepcionante”, añade Hauser. Sin embargo, la inteligencia artificial también puede anclar al escritor en una idea específica, ocupando el lugar de las ideas propias.
Los autores del estudio, inspirados por la anécdota de Hemingway, pidieron a 293 voluntarios que escribieran una historia con ocho frases; algunos de ellos tuvieron que escribirla solo con ideas propias, otros podían recurrir a ChatGPT para que les diera una idea inicial, y los demás podían recibir hasta cinco ideas del bot de OpenAI. Los resultados del estudio revelaron que tener acceso a ideas de la IA generativa hace que una historia sea más parecida a la media de otras historias. Los que no usaron la IA tuvieron una puntuación de similitud de 8,10 puntos, frente las que sí que la utilizaron con una o cinco ideas, con 10,7 y 8,9 puntos respectivamente. Los escritores que usaron la IA generativa sí se aferraron a la idea que les dio el chatbot, utilizando el modelo grande de lenguaje GPT-4.
El acceso a la IA profesionaliza las historias más allá de lo que podrían haber conseguido los escritores por sí solos. Los menos creativos salen ganando. Profesionales, como investigadores, políticos o trabajadores interesados en fomentar la creatividad, son los que más notan sus efectos. “Es posible que los artistas o escritores quieran replantearse el uso de estas herramientas para sus escritos, sabiendo que su producción puede ser más similar a la de otros que utilicen las mismas herramientas; su producción puede ser menos única”, explica Hauser. No es el caso de Patricio Pron, escritor que se enfrentó a GPT-4 Turbo en un concurso literario y ganó a la máquina por goleada, sobre todo en la categoría de creatividad y voz propia.
El uso de la IA puede provocar una reducción colectiva de la novedad y reduce la amplitud creativa. José Antonio Alguacil, CEO de Ilusion Labs, explica por qué: “Si todos los creativos recurren a la IA para obtener ideas, podríamos acabar unificando todo el contenido y que carezca de esa chispa única que la experiencia e imperfección humana puede aportar. La creatividad genuina proviene de las experiencias individuales, de esas vivencias que cada persona aporta. La inteligencia artificial tiende a homogeneizar ideas y a crear patrones repetitivos”.
Para Teresa Mateo, profesora de didáctica de la Universidad Complutense de Madrid, el problema radica en el famoso algoritmo de la probabilidad: “A pesar de que la IA puede almacenar y procesar más datos que la memoria humana, su manera de generar texto está limitada a las respuestas más probables. No alcanza la sutileza de la incoherencia humana, que se caracteriza por juegos de palabras y sorpresivas evocaciones, elementos ambos esenciales de la genialidad creativa que la IA aún no logra replicar plenamente.”
Ética y uso de la IA
El uso de inteligencia artificial en la producción creativa hurga en ciertas heridas. Se debate si es ético su uso, quién es el propietario en caso de utilizarla o cómo debe repartirse la autoría del trabajo, entre otras cosas. El 58% de los evaluadores del estudio dijeron que el uso de la IA era ético y que era un “acto creativo”, mientras que solo el 20% pensaba que era aceptable hacerlo sin reconocer su aportación. Eso sí, impusieron una penalización a los escritores que utilizaron la IA (en comparación con los que no la recibieron).
¿Puede la inteligencia artificial suplantar los procesos necesarios para desarrollar la creatividad? “El ser humano puede frustrarse y dejar de desarrollarse de manera más generalizada por el uso indebido de una tecnología que merma un proceso cognitivo”, explica Mateo. La clave está en ver la inteligencia artificial como una herramienta y no como un sustituto: “Como creativos, tenemos la responsabilidad de abrazar esta tecnología sin perder de vista lo que nos hace únicos: nuestra capacidad de conectar emocionalmente, de contar historias que no solo venden, sino que inspiran y transforman”, señala Aguacil.
Los expertos señalan la importancia de mantener el desarrollo de la creatividad como un proceso cognitivo esencial del ser humano, sin ponérselo en bandeja a la máquina. ¿Qué le pasó al bebe de la historia de Hemingway? ¿Por qué se vendían sus zapatos sin usar? Su microrrelato deja paso a imaginar innumerables historias, todas ellas diferentes entre sí.
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