La avalancha de falsedades envenenadas desatada tras la tragedia de la dana en Valencia ha herido la conversación pública. En comidas de amigos, en tertulias espontáneas y, por supuesto, en grupos de WhatsApp ya se derraman con naturalidad lecturas conspiranoicas, mentiras rotundas y teorías extremistas. “Nunca vi desplegarse un episodio de desinformación, propaganda y manipulación política tan extenso y elaborado”, resume Iago Moreno, sociólogo especialista en política digital. Al escrutar el cenagal de desinformación que se ha desbordado sobre los españoles, Moreno concluye: “Es una locura que muestra nuestra profunda debilidad como país para hacerle frente, no hay anticuerpos que protejan la conversación pública”. Hasta el Rey puso el foco sobre este problema en su diálogo con varios vecinos de Paiporta el pasado fin de semana.
Las plataformas digitales no actúan, las autoridades tampoco, y se genera un clima de total impunidad para quienes se dedican a diseminar peligrosos bulos. Sin un sistema inmunitario que proteja el derecho a la información veraz, las narrativas tóxicas fluyen sin freno desde esta industria del odio perfectamente engrasada para explotar la fragilidad de la gente. Lo explica así Helena Matute, catedrática de Psicología en la Universidad de Deusto: “Esperan a que suceda una desgracia para aprovechar un montón de sesgos cognitivos y debilidades humanas bien conocidas. Cuando hay mucho dolor emocional, la gente es más vulnerable a la desinformación, en situaciones en las que hasta nos cuesta creer lo que ha ocurrido y no sabes contra quién explotar”.
Desde que se desataron las riadas mortales, circularon bulos que generaban “problemas de orden público”, según los bomberos valencianos, y la situación ha empeorado exponencialmente. “Nunca nada relevante en la comunicación digital es un simple producto de mezquindades individuales, se trata de estructuras muy consolidadas”, asegura Moreno. Estas son las principales narrativas tóxicas que han emponzoñado a la sociedad española mientras los valencianos se desesperaban por las consecuencias del desastre y su gestión.
“¿Dónde está la Cruz Roja?”
Los canales en los que circulan los mensajes de odio se han volcado contra una organización: Cruz Roja Española. “Jamás habíamos vivido algo así, ni por volumen ni por intensidad. Está siendo especialmente virulento”, reconoce su directora de comunicación, María Trénor. A partir de la noche del jueves 31 de octubre se “desmadraron” las interacciones negativas. “Tuits repetidos y todos a la vez en oleadas, desde cuentas casi inactivas, pero de pago, algo extrañísimo. Cada publicación que hacemos recibe una avalancha de comentarios negativos de golpe”, relata Trénor, para quien se trata de algo orquestado. “Pero ha contagiado a otras personas. No entendemos por qué pasa”, lamenta.
Los memes envenenados lanzados desde las cuentas de agitadores de extrema derecha como Capitán Bitcoin, Alvise Pérez, Wall Street Wolverine, Julio Ariza, SrLiberal, Alberto Pugilato y Pilar Baselga se difunden primero de manera orquestada. Luego terminan filtrándose de móvil en móvil de forma orgánica, alimentando bulos que llegan incluso a las cuentas de influencers con millones de seguidores. “Está fabricado en un mismo ecosistema de actores digitales, donde la conversación está dirigida por una oligarquía que fabrica desinformación y marcos engañosos. Se difunden entre sí, operan de la misma manera, con actuaciones coordinadas”, dice Iago Moreno.
Todo empezó con memes que aseguraban que Cruz Roja no estaba ayudando en la dana porque solo se preocupan por los inmigrantes. “Nos dicen todo el rato que no nos ven en Valencia”, explica desde Valencia la directora de comunicación de Cruz Roja, una organización que en la primera semana de catástrofe había realizado allí 166.000 asistencias a personas necesitadas, a través de 130 equipos de respuesta, con 3.000 personas desplegadas y 105 vehículos movilizados. Trénor cuenta la anécdota de una anciana, a la que atendían en su domicilio, que les contó que su sobrina había visto en TikTok que la Cruz Roja no estaba ayudando. Y resolvió: “No os ven porque estáis en las casas”.
También ha circulado un “pásalo” en forma de advertencia contra estafas: “Hay gente con chalecos de la Cruz Roja pidiendo dinero por las casas para los afectados de la dana. Es un timo”. La organización reconoce que no le consta que exista esa estafa y que podría estar generando recelo contra sus cooperantes. Otros memes aseguran que las donaciones de sangre “las venden por miles de millones de dólares”.
Casualmente, las organizaciones de extrema derecha insisten estos días en presentarse como las únicas capaces de organizar la solidaridad de la sociedad civil, a partir del lema de “solo el pueblo salva al pueblo”. Revuelta, cachorros de Vox, han renunciado por unos días a sus mensajes extremistas para centrarse en parecer una ONG volcada con Valencia. Su último tuit antes de la dana cargaba contra los “centros menas, centros de crimen importado”. Desde entonces, solo cajas de ayuda y palabras de solidaridad entre españoles. “Es una estrategia muy inteligente, porque en estos momentos lo que mejor les viene es ser identificados con la solidaridad”, señala Moreno.
Racismo y xenofobia
Los mensajes de odio dirigidos a Cruz Roja son especialmente simbólicos porque atraviesan varias de las narrativas tóxicas que se imponen tras la dana. Un discurso que se promueve es el de la desconfianza en las instituciones clásicas: estas, se viene a decir, son chiringuitos que malversan subvenciones y que no saben gestionar la ayuda, por eso rechazan donaciones y las tiran. Innumerables publicaciones de ese tipo incendian las redes con testimonios indignados, fotos y pantallazos descontextualizados.
El racismo y la xenofobia alimentan una de las narrativas en las que más se insiste. La famosa imagen de una cooperante de Cruz Roja con el chaleco rojo abrazando a un joven negro en Ceuta, que ya generó intolerancia en su día, se recupera ahora con textos como “Para los inmigrantes todo, para los valencianos nada”, “¿Dónde están las voluntarias? ¿Podéis abrazar a los afectados de la dana?”, “¿Para cuándo ayudar a los españoles?”.
La xenofobia se asoma una y otra vez con las mismas publicaciones estereotipadas de otras veces. Los migrantes son, según estos mensajes, los únicos responsables de la delincuencia y el pillaje; están acaparando cómodos hoteles mientras los damnificados (españoles) de la riada malviven entre el barro; no están colaborando en las tareas de recuperación de la zona e incluso se aprovechan de la desgracia, vendiendo botellas de agua a siete euros. Los innumerables vídeos, memes y fotos antiguas o sacadas de contexto con este objetivo alcanzan un volumen desorbitado. “Van a llenar Valencia de pabellones mientras los hoteles buenos están copados por extranjeros ilegales”, resumía el neonazi Alberto Pugilato.
Amenazas a ecologistas
Los divulgadores y científicos que ligan la fuerza de la dana al calentamiento global del planeta están recibiendo una avalancha de amenazas, porque este argumento habitual de la desinformación y las conspiraciones también capta toda la atención de la industria del odio. La misma noche de la riada ya comenzó la batalla del relato: las presas de Franco habrían salvado a los valencianos, los ecologistas con sus medidas los han condenado. Y, por supuesto, el cambio climático no ha tenido nada que ver. “Siempre se ha llamado gota fría, insisten en llamarlo dana para que parezca una novedad relacionada con el ‘cambio climático”, resume un meme.
El papel de las presas y los azudes se lleva discutiendo con tal intensidad que ha obligado al Gobierno a publicar varios desmentidos, como que no se ha derribado ninguna presa en las últimas décadas. Pero ni los estudios científicos ni los datos técnicos sirven para tumbar el bulo. “Es lo que se llama el razonamiento motivado: difundimos una explicación de los hechos que sea conforme a nuestros intereses, para interpretar la realidad de forma que coincida con nuestra opinión”, apunta Matute.
Fernando Valladares, científico del CSIC, o Mario Viciosa, periodista científico de Newtral, están siendo especialmente señalados en estos canales. En el de La Quinta Columna TV, un pozo de conspiraciones con casi 200.000 seguidores en Telegram, dicen que “los humanos están en guerra contra colaboradores criminales como esta escoria”, mostrando una foto de Valladares, a quien culpan del “atentado terrorista como el ejecutado en Valencia” y le amenazan: “Se están rifando cuerdas y te aseguro que te va a tocar una”.
“Entristece y asusta”, reconoce Valladares. “En el caso de mujeres, la presión llega a ser realmente tóxica. Algunas comunicadoras han tenido que cerrar sus cuentas y denunciar”. Este profesor de Ecología a veces se atreve a interactuar con quienes le amenazan: “Tenemos que mirarlos a la cara”. Uno de sus mayores haters es un antiguo compañero de facultad, Fernando López-Mirones, que desde la pandemia es un destacado negacionista. “El otro día simplemente me dijo que soy un grandísimo hijo de puta”, cuenta Valladares. Uno de los últimos mensajes de López-Mirones a sus miles de seguidores es que “los fallecidos son mártires de la agenda”, en referencia a la Agenda 2030, uno de los mayores demonios de la ultraderecha, y sus medidas en favor de la sostenibilidad.
Una catástrofe deliberada
“No tengan la menor duda de que lo ocurrido forma parte de un plan mayor (…) Esa es su arma. Preparar las condiciones para que se produzcan catástrofes donde mueran personas inocentes”, asegura este negacionista en otra de sus publicaciones. Mucha gente, con explicaciones completamente ridículas y contradictorias entre sí, se muestra convencida de que lo sucedido en Valencia fue deliberado.
Hay teorías que culpan a Marruecos de generar la tormenta con armamento inexistente (HAARP, un sofisticado sistema de geoingeniería) o a Israel, como represalia por la oposición de Pedro Sánchez a sus ataques contra los palestinos. Circulan vídeos con millones de visionados explicando que hay antenas en Andalucía disparando la tormenta hacia Valencia. “El vídeo que demuestra que todo estaba planeado” ya tiene 100.000 visionados en Youtube. Para Rafapal, el rey de las conspiraciones en España, hay una prueba irrefutable: Netflix lanzó una serie hace dos meses (Respira) en la que un hospital valenciano sufre una gota fría. “Los primeros dos minutos son brutales. Se va a hacer viral. De ésta se hace conspiranoico el 70% de los españoles”.
Son conspiranoicos de línea dura, cuyas raíces se fortalecieron durante el confinamiento por la covid, que ahora temen que se repita. Muchos de sus mensajes crispados alertan contra planes de control social cuando las fuerzas de seguridad establecen restricciones de movilidad en la zona; o temen vacunaciones masivas porque se recomienda inmunizarse frente al tétanos. En ese contexto, nadie en esos grupos considera casual que justo estos días el Tribunal Constitucional haya revisado su doctrina para permitir la restricción de derechos sin estado de excepción. Un meme advierte: “Intentad pincharnos a la fuerza o encerrarnos en casa. Intentadlo”.
Contabilidad B de muertos
En torno al episodio del aparcamiento de Bonaire, en Aldaia (Valencia), se ha desatado toda una conspiración sobre la cifra de muertos. Tras varios días de especulaciones, la policía descartó que hubiera muertos allí. Pero eso solo entusiasmó más a quienes dudan de la versión oficial por sistema: es todo mentira. El líder de Desokupa, Daniel Esteve, hizo circular que el Gobierno estaba sacando muertos a escondidas de allí.
La organización Policías por la Verdad ha lanzado una contabilidad paralela de fallecidos y desaparecidos, porque no se creen la que hacen las autoridades. Todos y cada uno de los influencers ultra denuncian que se ocultan cientos de muertos, como aseguró en el Congreso el secretario general del grupo parlamentario de Vox, José María Figaredo.
“Son marcos que desempolvan y vuelven a sacar: Pedro el Sepulturero, el negacionismo climático… Los mensajes contradictorios, burdos o toscos, saltar de una cosa a la contraria, en el mundo digital funciona muy bien en situaciones efervescentes”, desarrolla Moreno. Para Matute, este despliegue tiene sentido: “Uno de los principales objetivos es precisamente conseguir que no nos creamos nada, quitar credibilidad, no ya a un político o a otro, sino al Estado, a las instituciones democráticas, a la prensa”. A todo lo que nos mantiene unidos cuando se desatan tragedias tan salvajes.