“Tengo algo que compartir con vosotros. Tras mucho reflexionar, he tomado la difícil decisión de dejar OpenAl”. Con un mensaje difundido a través de las redes sociales, la directora tecnológica de OpenAI, Mira Murati, ha dicho adiós a la compañía que revolucionó la inteligencia artificial generativa con su ChatGPT. No es la única. Poco después, se han sumado a la fuga el director de investigación de OpenAI, Bob McGrew, que ha dicho que era “hora de tomar un descanso”, y un vicepresidente de investigación, Barret Zoph, que ha tuiteado que está “explorando nuevas oportunidades fuera de OpenAI”. Sus salidas se producen en plena ronda de financiación, en cuyas condiciones están la transformación de OpenAI en una empresa comercial convencional con ánimo de lucro.
Murati llegó a ser por un breve periodo la jefa ejecutiva de OpenAI después de que el consejo de administración despidiera a Sam Altman, cofundador de la firma y consejero delegado, luego readmitido con todos los galones. Murati duró poco como consejera delegada interina, ya que se rebeló contra el despido de Altman. Fue la primera en una lista de empleados que firmaron una carta en la que pedían la dimisión de los consejeros y amenazaban con irse si no se devolvía el poder al anterior consejero delegado.
En su mensaje de despedida, la directiva asegura: “Me alejo porque quiero crear el tiempo y el espacio para hacer mi propia exploración. Por ahora, mi principal objetivo es hacer todo lo que esté en mi mano para garantizar una transición fluida y mantener el impulso que hemos logrado”.
La compañía no termina de recuperar la estabilidad desde la crisis que atravesó el pasado año. Su presidente y cofundador, Greg Brockman, declaró en agosto que se tomaba un periodo sabático hasta finales de año. Otro cofundador, Ilya Sutskever, que dirigía un equipo centrado en la seguridad de la IA y que fue uno de los protagonistas de la maniobra que acabó con el cese temporal de Altman, se marchó en mayo y fundó su propia firma de inteligencia artificial. Días después de la marcha de Sutskever, su colíder del equipo de seguridad, Jan Leike, también dimitió y lanzó críticas a OpenAI por dejar que la seguridad “pasara a un segundo plano en favor de productos brillantes”.
OpenAI está ahora controlada por el consejo de una organización sin ánimo de lucro, una especie de fundación, que Altman y sus cofundadores crearon a finales de 2015, de modo que la firma trabajase por el bien de la humanidad en la búsqueda de la llamada inteligencia artificial general, equiparable a la humana. La compañía creó una filial con fines de lucro en 2019 para ayudar a financiar los altos costos del desarrollo de modelos de IA, y desde entonces ha atraído miles de millones en inversiones externas de Microsoft y otros inversores al tiempo que lanzaba y comercializaba con éxito sus productos.
Los planes de una ronda de financiación en marcha pasan por eliminar cortapisas a que la empresa estaba sometida con esa estructura de gobernanza, según diversos medios estadounidenses, de forma que sea más atractiva para los inversores, aun a costa de otorgar más relevancia a la rentabilidad a costa de otras consideraciones de seguridad.
La transición aún se está debatiendo y no se ha determinado un calendario, señaló una fuente a Bloomberg. En un comunicado, un portavoz dijo que OpenAI sigue “centrada en construir IA que beneficie a todos”, y añadió: “La organización sin ánimo de lucro es fundamental para nuestra misión y seguirá existiendo”. Según Reuters, que adelantó los planes, la organización sin ánimo de lucro OpenAI seguirá existiendo y tendrá una participación minoritaria en la empresa con ánimo de lucro.
La salida de Murati y los otros directivos se produce en un momento en que la valoración de OpenAI está disparada. La compañía ultima una ronda de financiación en la que alcanzaría un valor de 150.000 millones de dólares (unos 136.000 millones de euros), según adelantó Bloomberg hace dos semanas, advirtiendo de que las negociaciones están en marcha y las condiciones podrían variar. En la operación, la firma que dirige Sam Altman aspira a captar unos 6.500 millones de dólares para financiar su desarrollo.
Según Bloomberg, como parte de la reestructuración para que OpenAI sea una empresa, se está discutiendo entregar un paquete del 7% del capital a Altman, valorado en más de 10.000 millones de dólares a ese precio. Altman ha nombrado a seis empleados que pasarán a depender directamente de él, algunos con nuevas funciones, entre ellos Matt Knight como director de seguridad de la información. “En el último año he dedicado la mayor parte de mi tiempo a las partes no técnicas de nuestra organización; ahora estoy deseando dedicar la mayor parte de mi tiempo a las partes técnicas y de producto de la empresa”, ha escrito Altman en la red social X, añadiendo que este jueves se celebrará una reunión para responder a las preguntas de los empleados. “Los cambios de liderazgo son una parte natural de las empresas, especialmente de aquellas que crecen tan rápido y son tan exigentes. Obviamente, no voy a pretender que sea natural que este sea tan abrupto, pero no somos una empresa normal”, ha añadido.
Murati se va con buenas palabras. “Mis seis años y medio con el equipo de OpenAl han sido un privilegio extraordinario. Aunque expresaré mi gratitud a muchas personas en los próximos días, quiero empezar agradeciendo a Sam y Greg su confianza en mí para dirigir la organización técnica y su apoyo a lo largo de los años”, dice. “Nunca es el momento ideal para alejarse de un lugar que uno aprecia, pero este es el momento adecuado”, añade.
“Siempre estaré agradecida por la oportunidad de formar parte y trabajar junto a este extraordinario equipo. Juntos hemos superado los límites del conocimiento científico en nuestro empeño por mejorar el bienestar humano. Aunque ya no esté en las trincheras con vosotros, os seguiré apoyando. Con profunda gratitud por las amistades forjadas, los triunfos conseguidos y, lo que es más importante, los retos superados juntos”, concluye su mensaje.
Con la valoración de 150.000 millones de dólares, OpenAI se reafirma como una de las empresas emergentes no cotizadas más valiosas del mundo, solo por detrás de ByteDance (empresa editora de TikTok), que vale más de 250.000 millones de dólares, y de SpaceX, la empresa de cohetes y satélites fundada por Elon Musk, valorada en unos 200.000 millones. Como las empresas no cotizan, esas son referencias que proceden de valoraciones teóricas o de precios fijados en rondas de financiación y ventas de acciones, pero no hay un mercado que refleje oscilaciones en su valor en función de la coyuntura económica, los resultados de las compañías y otros factores.