El mundo en manos de cuatro gigantes tecnológicos | Tecnología

El apagón informático del pasado viernes mostró una realidad rotunda: en la era digital, el mundo depende de un puñado de grandes empresas tecnológicas. Si alguna de ellas cae, el sistema se viene abajo. En esta ocasión, un problema causado por el antivirus Falcon CrowdStrike afectó solo al 1% de los usuarios de Windows (unos 8,5 millones de equipos). Eso bastó para sembrar el caos en aeropuertos de todo el planeta, que cancelaron más de 5.000 vuelos; para trastocar el funcionamiento de hospitales o paralizar sistemas de pago electrónico.

Microsoft es uno de los eslabones clave del sistema, tal y como quedó claro la semana pasada. Pero no es el único. Alphabet (empresa matriz de Google), Amazon y Apple completan el Olimpo de lo que podríamos llamar las empresas tecnológicas sistémicas: sin ellas no podríamos usar ninguno de nuestros dispositivos, ya sean particulares o profesionales. Estos cuatro gigantes, que son también las mayores empresas del mundo por capitalización bursátil (con permiso del fabricante de chips Nvidia, en tercera posición), controlan dos cuellos de botella críticos para que todo funcione: los sistemas operativos (el programa de base que permite manejar otros programas, como por ejemplo un antivirus) y la computación en la nube (la infraestructura física en la que se almacenan y computan los datos que subimos a internet).

Hay más factores que, si fallan, se llevan consigo todo. Ahí entrarían, por ejemplo, los operadores de telecomunicaciones, quienes ponen antenas, cables y satélites, o los fabricantes de hardware (las máquinas). Sin embargo, el software está en manos de unos pocos. “El incidente de la semana pasada nos enseña que hay tres puntos de estrangulamiento básicos: los sistemas de protección de punto final (en este caso, Falcon CrowdStrike); los sistemas operativos, que están dominados por Microsoft; y la interacción con la nube”, sostiene David Arroyo Guardeño, investigador principal del grupo Ciberseguridad y Protección de la Privacidad del CSIC. “Jugando con estas tres piezas podríamos tener mayor capacidad de reacción ante futuros problemas. Por ejemplo, apostando por una nube híbrida que combine varios proveedores. Pero a la práctica eso no sucede”.

Oligopolios tecnológicos

La promesa original de internet fue la descentralización. En los primeros años de la red, los usuarios tenían una gran autonomía. El intercambio de contenidos fluía, colisionando en ocasiones con los derechos de autoría. Pero, poco a poco, el espectro de posibilidades se fue cerrando. Hace ya años que la mayoría de usuarios “entran” a internet a través de aplicaciones privadas, normalmente redes sociales. YouTube, Amazon o TikTok no solo ofrecen entretenimiento: cada vez se usan más como buscadores.

Pero vayamos por partes. El software más importante de cualquier dispositivo, el que permite que todo funcione, es su sistema operativo. Microsoft domina con mano de hierro el mercado de los sistemas operativos para ordenadores. Está presente en el 72,8% de las máquinas, según datos de StatCounter. Le sigue muy de lejos OS X, la alternativa de Apple, con casi el 15%. El resto se lo reparten Linux (4%) y otros proveedores más pequeños.

Si nos fijamos en los móviles, los dispositivos con los que navega por internet la mayoría de la humanidad (el 56% de los internautas, según datos de Statista), el dominador es Android, de Google. Funciona en el 72% de los teléfonos inteligentes. Detrás tiene a iOS (Apple), con un 27% de cuota de mercado.

La llamada computación en la nube es lo que permite que podamos ejecutar programas en internet desde nuestros dispositivos (es decir, sin que los datos se alojen en nuestro ordenador o móvil ni que estos tengan que dedicar a ello capacidad de cálculo). La nube es de todo menos etérea: se trata más bien de una extensa red de centros de datos repletos de servidores funcionando día y noche para que los usuarios puedan acceder a la aplicación de su banco, reservar un vuelo, realizar compras o consultar el correo electrónico.

A los mandos de estas infraestructuras claves repiten dos de las compañías anteriores, pero se suma otra, que es la que lidera el sector. AWS (Amazon Web Services) lidera el mercado con una cuota del 31%, seguida de Microsoft Azure (25%) y Google Cloud (11%). Entre los tres gigantes acaparan dos tercios del entramado que permite a las empresas desarrollar sus productos y servicios online.

¿Por qué tanta concentración?

¿Cómo hemos llegado al punto de depender tanto de unas pocas empresas? “Yo lo veo como un bucle de retroalimentación. Primero te ofrecen servicios básicos y gratuitos, como un correo electrónico o un buscador”, arranca Ekaitz Cancela, investigador del Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la Universitat Oberta de Catalunya y autor de Utopías digitales (Verso Libros, 2023). Con los datos que recopilan estas compañías de sus usuarios, arman sus modelos de personalización de anuncios, con los que han dominado el mercado publicitario mundial durante años.


“Ahora, usan esos datos para entrenar los modelos de IA que usan en servicios en la nube y que luego ofrecen a las administraciones. Así que están en una posición perfecta para gestionar los sistemas de seguridad de los países”, concluye. Según una investigación publicada por Tech Inquiry, Microsoft ha firmado más de 5.000 contratos con agencias militares estadounidenses desde 2016, Amazon más de 350 acuerdos similares y Google otros 250. Hace tan solo dos años, en 2022, el Pentágono concedió en un megacontrato a Amazon, Google, Microsoft y Oracle por valor de 9.000 millones de dólares para desarrollar un proyecto de computación en la nube. Los gigantes tecnológicos no solo controlan los sistemas que necesitamos para trabajar, entretenernos, abrir un negocio o hacer gestiones administrativas: también están presentes en la arena militar.

Tanto los proveedores de sistemas operativos como los gestores de la nube funcionan en oligopolios. “Obviamente, los oligopolios no se pueden permitir, la cuestión es cómo evitarlos”, apunta Manuel Alejandro Hidalgo, profesor de la Universidad Pablo de Olavide y economista de EsadeEcPol. “Parece que EE UU ha perdido impulso en su lucha contra los oligopolios. De hacerse, los procesos podrían ser muy complicados, porque algunas de estas empresas tienen una valoración igual o mayor que el PIB de muchos países”. Las cuatro grandes tecnológicas antes mencionadas manejan unas cifras estratosféricas. El valor bursátil de Apple, por ejemplo, duplica con creces el PIB de España.

La alternativa

“¿Por qué estamos inmersos en una economía digital en la que, para buscar un restaurante en el que cenar en Barcelona esta noche, tengo que acudir al motor de búsqueda de una empresa estadounidense que tiene sus servidores en Mountain View?”, se pregunta Cancela. “Lo primero es pensar por qué está todo tan centralizado en internet. Nuestros hospitales o aeropuertos están permanentemente conectados, y, por tanto, expuestos, porque dependen de servicios de compañías extranjeras. ¿Por qué no tenemos en los hospitales servidores locales?”.

La solución podría venir de la mano de la regulación. Aunque Microsoft ya ha deslizado que la crisis de la semana pasada tiene que ver con el intervencionismo de la UE, en referencia a un acuerdo al que llegó la multinacional con Bruselas en 2009 para frenar una investigación por abuso de posición dominante en el mercado de sistemas operativos. Las pesquisas se interrumpían si Microsoft ofrecía detalles técnicos para que otras empresas, como CrowdStrike, pudieran desarrollar software compatible con Windows. “Pronto vamos a empezar a escuchar a las grandes tecnológicas argumentar que la desregulación es clave para la seguridad nacional”, añade Cancela.

¿Hay alternativa al dominio de las grandes tecnológicas? “La única salida es reducir la dependencia de la Administración respecto a Silicon Valley”, opina el investigador. Eso pasaría por apostar por sistemas operativos abiertos, como Linux, algo que ya se está haciendo en algunos países, y por desarrollar software propio alojado en servidores locales, lo que eliminaría la necesidad de conexión permanente a internet.

La UE es consciente de la vulnerabilidad tecnológica europea. De ahí surge el proyecto Gaia-X, que busca la autonomía digital y el desarrollo de una nube propia. Pero la realidad es tozuda. “Para desarrollarlo, se han ido firmando acuerdos con las grandes tecnológicas. Incluso la UE ha adoptado hace dos meses la nube de Oracle”, señala Javier Sánchez Monedero, investigador Beatriz Galindo en Inteligencia Artificial del departamento de Informática y Análisis Numérico de la Universidad de Córdoba. “La red es perfectamente resiliente, internet está diseñada para trabajar de forma descentralizada y federada. Lo que no es resiliente es que tengamos por encima una capa con tres o cuatro productos a los que se les delega todo”.

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